A mi me dicen que funciono al revés, que soy un motor marchando en reversa. Razones para ello son varias, y no escasas, pero una de ellas gira en torno a mi vida personal, y a cuán "abierto" soy respecto a ella con desconocidos. Le puedo contar a un absoluto desconocido cuál es mi materia favorita en la carrera y con qué promedio me gradué, pero ni siquiera mi mejor amigo sabe cuál es mi color favorito.

Hace relativamente muy poco, mi carrera universitaria se dio oficialmente por finalizada. Después de llevar roncha, perder clases gracias a un tren de pendejadas a la que cariñosamente uno llama "La vida del ULAndino", estoy solamente con mis pasantías pendientes para oficialmente recibir mi título.

Para quien no esté familiarizado, los estudiantes acostumbramos a organizar una clase magistral una vez hayamos terminado todas las materias, esto a fines conmemorativos, siendo la última clase que uno ve en la carrera. El mismo tiene un protocolo que existe más por costumbre antes que por reglamento, y un elemento importante del mismo es que el estudiante con el mayor promedio dirija una palabra a sus compañeros durante el acto.

Dos cosas: Yo fui el estudiante con el mayor promedio en esa clase magistral, pero no dije el discurso sino que lo escribí. Creo que más de uno se sentirá extrañado al respecto, pero para mis compañeros era la opción más saludable. Les explico, nunca me ha gustado la diplomacia, o estar pendiente de si a alguien no le gusta lo que yo digo; de hecho soy de esos raros casos que les gusta decir todo de la peor manera posible, a propósito. Hay un gozo intrínseco, un éxtasis sutil en acuchillar a una persona con solo palabras, y no necesariamente es por hacer bullying, hoy día la gente está tan acostumbrada a que todo hay que decirlo bonito, siempre políticamente correcto, que mi práctica es casi una herejía con resultados deliciosos.

Por esa razón, mis compañeros accedieron solo a dejarme escribir el discurso, de manera que pudieran filtrar alguno de mis derrapes verbales y escudar a algunas asistentes de una feroz mentada de madre. Y aunque tuve que escribir "bajo encargo" no dejé de plantarle mi estilo personal. Es cierto que no pude redactar un ladrillo de miasma, pero estoy satisfecho con el resultado, acá se los dejo:

Desde niños sentimos la curiosidad imparable de conocer todo lo que nos rodea, y conforme fuimos creciendo nos dimos cuenta de que nuestras acciones tenían consecuencias.

Hoy nos encontramos acá no como resultado de una acción inconsciente, sino de una decisión que tomamos hace ya varios años. Cuando iniciamos este recorrido nos encontrábamos inseguros no solamente del futuro, sino de quiénes queríamos ser, y los momentos como esta clase no eran más que una idea distante.

Para llegar hasta acá hemos recorrido un largo camino, uno lleno de colores, cruces, desvaríos, con obstáculos que lograron intimidarnos y sinfín de experiencias que nos dejaron un aprendizaje invaluable.

Hubo días en que caminamos sintiéndonos imparables, con el mundo a nuestros pies; en otros llegamos a creer que el mismísimo universo se había tornado en nuestra contra. Vivimos alegrías incontrolables y ataques frenéticos de ira, llegamos a colapsar bajo el peso de nuestras obligaciones, algunos descubrimos cuál es el área profesional para la que nacimos, así como otros que miraron atrás y cuestionaron sobre si ésta era la decisión correcta para ellos.

Aprendimos que el conocimiento está en los libros y en la calle, que la experiencia posee tanto peso como un título, que tener la razón y que te den la razón son dos cosas distintas, que para mucha gente usar el sentido común es algo opcional, que no podemos creer en todo lo que nos dicen, que la política puede usarse para divertirse, deprimirse, enojarse pero nunca para ilusionarse, que siempre habrá alguien a la vuelta de la esquina dispuesto a ayudarnos y que en la otra habrá un incompetente dispuesto a frustrarnos, que nuestro mayor enemigo es la mediocridad, y sobre todo que el éxito no es cuestión de suerte o ingenio, sino de perseverancia.

Pero quizá, lo más importante de este recorrido no fue la experiencia que tuvimos, sino con quiénes tuvimos la oportunidad de compartirla. Esas personas que estuvieron con nosotros para compartir los mejores momentos, los que nos soportaron en nuestros peores momentos, los que nos felicitaron en las victorias y que nos dieron ánimos cuando teníamos todo en contra.

Por esas personas que caminaron junto a nosotros tomados de la mano, cargamos con nuestros pesos cuando cruzamos por momentos difíciles, con algunos empujando para que nadie se quedara atrás, otros siendo los primeros en enfrentar los obstáculos. Estudiamos, celebramos, peleamos para al día siguiente olvidarnos de por qué lo habíamos hecho, fuimos parte de esta experiencia única que jamás olvidaremos, que nos cambió a nosotros, y que nos dio las herramientas para finalmente asumir el timón de nuestras propias vidas.

Gracias a todos, por las alegrías, las tristezas, los enojos, las sorpresas, las decepciones y el sinfín de momentos que atesoraremos de ahora en adelante. El mayor de los éxitos por venir, porque ahora es que empieza la mejor parte de nuestras vidas.
Como un comentario, poca gente llegó a enterarse que lo escribí yo. Y se sorprenden aún más cuando se los digo, porque nadie espera de mi que me exprese de esa manera